jueves, 9 de junio de 2011

Acostumbrarse.

Acostumbrarse, ese es el verbo adecuado, el verbo que puede regir un antes y un después, que puede marcar el paso de un sentimiento malo a un sentimiento mejorado. Acostumbrarse a los golpes, a la rabia y a la nostalgia, acostumbrarse a los hechos y a los deshechos, a la pérdida, a la envidia, a la tristeza, a las malas contestaciones, a las malas conversaciones, a una enfermedad, a la soledad... Pero acostumbrarse no siempre va ligado a cosas malas, también puede ir acompañado de cosas buenas. Acostumbrarse a la compañía, a compartir tus palabras y tus sentimientos con alguien, a los paseos de la mano, a las largas conversaciones, a tus tonterías, a que te saquen una sonrisa, a recordar, a soñar, a amar...

Hoy y aunque también me he acostumbrado a cosas no tan buenas me ha encantado acostumbrarme a tu presencia, acostumbrarme a tu olor, a tus manos y tus caricias, a tus detalles y a tus palabras.
Me ha encantado acostumbrarme a tí.

viernes, 3 de junio de 2011

Tenemos la mala costumbre...

Una vez en un lugar no muy acogedor ni muy alegre escuché decir a una persona que ocupa algún lugar en mi vida, algún momento en mi mente y algún lugar en mi corazón, unas palabras con la mayor sinceridad y la mayor razón posibles del momento. Unas palabras que mostraban el amor y la rabia de aquel momento tan desdichado. Provenían de una canción la cual recogía en sus letras aquellas palabras que todo el mundo oía y nadie quería escuchar, aquellas que todos o, casi todos, hemos sentido o sentimos querramos mostrar o no. Aquella canción decía que tenemos la mala costumbre de querer a medias, de no mostrar lo que sentimos a los que están cerca. Tenemos la mala costumbre de echar en falta lo que amamos, y sólo cuando lo perdemos es cuando añoramos. Tenemos la mala costumbre de perder el tiempo, buscando tantas metas falsas, tantos falsos sueños. Tenemos la mala costumbre de no ofrecer lo que en verdad importa. Tenemos la mala costumbre de buscar excusas, para no desnudar el alma y no asumir las culpas. Tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que en verdad importa, y sólo entonces te das cuenta, de cuántas cosas hay que sobran.

Hoy por hoy, y por experiencia propia, he podido comprobar que todas esas palabras son ciertas y al parecer por el lugar, no fuí la única que lo pudo comprobar. Casi todas las personas presentes en aquel frío lugar dejaron derramar alguna lágrima por sus rostros, dándose cuenta de lo mismo que yo me dí. Perdemos el tiempo en cosas absurdas pudiéndolo aprovechar con aquellos que de verdad querrían aprovecharlo contigo, aquellos que no te van a dejar tirado a la primera de cambio. Es tanta la tontería humana que sabemos que es cierto, que lo estamos haciendo mal, pero seguimos haciéndolo sin importarnos lo que le pueda afectar a los demás, o, lo que te pueda afectar a tí mismo.
Una vez perdí a una persona muy importante en mi vida y siempre me he arrepentido, por una circunstancia o por otra, no haber podido decirle lo mucho que le quería todos los días, haber tomado esa rutina de llegar cada mañana y decirle TE QUIERO, eres muy importante para mí. Después de escuchar aquellas palabras y darme cuenta de lo que había hecho, o mejor dicho, lo que no había hecho, me prometí a mí misma intentar corregir ese error dejando al lado mi forma de ser y mostrarles a los que de verdad están a mi alrededor lo mucho que los quiero y lo importantes que son en mi vida.
Lo prometido es deuda y yo lo voy a intentar.

Por ellos, por mí, por él.